La Universidad de La Laguna  y
l'Associazione Culturale
"Harwa 2001" ONLUS
presentan


Tumba de Harwa 2006

 

Localización de los trabajos
a
Febrero
Lu Ma Me Gi Ve Sa Do
27 28 1 2 3 4 5
6 7 8 9 10 11 12
13 14 15 16 17 18 19
20 21 22 23 24 25 26
27 28 29 30 31 1 2
Abril
 
Quién era Harwa
 

4 de marzo

por Miguel Ángel Molinero Polo

El padre de Sayed Abu Zeid, uno de los trabajadores murió el viernes a primera hora de la tarde. Al terminar la jornada, los varones de la Misión nos hemos acercado a expresarle nuestra condolencia. La parte masculina de la familia estaba reunida en una tienda desde ayer, tras el entierro. En Egipto, el clima ha condicionado el desarrollo de los funerales, y eso, con seguridad, desde la Prehistoria. El calor obliga a que el cuerpo sea llevado a la tierra con rapidez, tras el mínimo tiempo necesario para que la noticia sea conocida por los familiares y vecinos y haya hombres suficientes para el traslado. Eso sucedería anoche, mientras, en el exterior de la casa, las mujeres de Gurna, cubiertas con la negra melaya, se habrán ido reuniendo, consolando a la esposa e hijas y llamando con gritos desgarrados al “hermano” –así lo califican– que se ha ido. Ellas quedarán en torno a la vivienda de la familia durante varios días, mientras los hombres se refugian en la tienda montada para la ocasión. Sólo alguno se acercará de vez en cuando a la cocina para buscar té y comida con la que agasajar a los que vengan.
En el camino nos han enseñado las palabras necesarias para consolar a la familia: “Ahora depende de Dios” es la más frecuente y, para nosotros, la más fácil de pronunciar con decoro. Los colores llamativos de la tienda, a la que nos hemos dirigido, contrastan con la situación. Al llegar, nuestro grupo se ha sentado en los bancos centrales. Sin levantarnos –así es la norma–, hemos dado la mano a la familia que ha desfilado al completo ante nosotros. Durante unos minutos el silencio ha sido absoluto. Un adolescente ha pasado con los ojos acuosos, pero sin exteriorizar ningún otro gesto de dolor; otro joven nos ha ofrecido un té, sin hablar. Imperaba una actitud serena, de gestos mínimos y rostros austeros. El contraste era completo frente al comportamiento con el que estamos acostumbrados a convivir con los trabajadores de la excavación, siempre bromeando. Mientras un imán leía varias suras del Corán, la actitud de recogimiento ha sido aún más profunda, con algunos hombres en pie. Después, de nuevo el silencio.
Trascurrido unos minutos, Francesco se ha puesto en pie, ha pronunciado una despedida establecida y hemos salido, en la misma actitud con la que entramos. Ninguna palabra de más.
 

 

LA MISIÓN


Los miembros
El inspector
Los trabajadores egipcios

 

 

< Página anterior       Página siguiente >