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por
Miguel Ángel Molinero Polo
Si no tenemos en cuenta los
problemas tecnológicos explicados ayer, la semana se puede resumir con
una sola palabra: bloques. En los últimos cuatro días todos hemos estado
ocupados con una única actividad: hacer fichas de los fragmentos de
decoración. Hemos terminado de revisar el material aparecido en tres
catas consecutivas del pasillo central mientras, en paralelo, un segundo
grupo más pequeño, repasaba las estanterías con restos aparecidos en la
nave entre los pilares y la pared, para localizar algún bloque que
hubiera pasado desapercibido cuando las puertas estaban menos completas
y era más difícil identificar qué podía formar parte de ellas.
Esto ha permitido además
reconocer algunas cajas que habían sido dejadas sin fichar en las
primeras campañas. Su carácter es muy particular y el haberlas visto al
mismo tiempo que hacíamos el análisis de la nave central, nos ha dado un
mejor conocimiento de su especificidad. En cada una de las catas
ubicadas frente a las puertas han aparecido varios cientos de lascas de
caliza con restos de decoración. Imposible hacer una ficha de todas
ellas. No terminaríamos en toda la campaña y, al mismo tiempo, no son
muy útiles, porque con un tamaño tan pequeño no podremos reconocer la
ubicación original de casi ninguna de ellas. Nos tenemos que contentar
con organizarlos por tipos: banda vertical de separación entre columnas
de textos, signo jeroglífico que mira hacia la derecha, que mira hacia
la izquierda o que es simétrico y no se puede saber su orientación.
Estos fragmentitos de pared
tienen, en cambio, otra utilidad. Nos están informando de la historia
del edificio, o, mejor, de su destrucción: por desgracia, es muy
probable que se hayan producido en el curso de saqueos sistemáticos de
la decoración. En su intento de arrancar las figuras más hermosas, los
saqueadores horadan alrededor, para dejar un bloque exento que contenga
la imagen que se quiere extraer. Los relieves quedan así doblemente
mutilados, pues no sólo pierden sus personajes más llamativos sino,
también, todo lo que se encuentra en torno a ellos.
Ha sido una constatación
triste. Nosotros venimos para estudiar la historia completa del
edificio, desde su concepción hasta su estado actual, y esta
circunstancia es una más de las que ha vivido y es importante haberla
reconocido, ¡pero eso no impide que soñemos con poder devolverlo a su
estado original! Sin embargo, este descubrimiento está indicando que
tenemos que hacernos a la idea de que, tal vez, alguna de las puertas no
podrá completarse nunca. Está dando también una explicación al estado
muy parcial en que tenemos aún la puerta IS3 y por qué las partes
identificadas de ella están tan fragmentadas.
En
fin, no hay que perder la esperanza de que los bloques saqueados se
partieran y fueran finalmente abandonados en su tránsito hacia el
exterior, o bien que consigamos localizarlos en los almacenes de algún
museo o en una colección particular, y al menos podamos reemplazarlos
con réplicas.
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