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por
Noemi Delgado Corona
El
día ha amanecido más claro que todos los anteriores desde que hemos
llegado. A pesar del sol, corría viento fresco, de modo que tras la
mañana en la tumba, decidimos olvidarnos del almuerzo para alcanzar la
cumbre del “Kom”. Ésta es la montaña, con forma piramidal, que domina
majestuosamente los valles del oeste del Luxor, donde se encuentran las
necrópolis reales (Valle de los Reyes, Valle de las Reinas).
No
todo el equipo tomó parte en la expedición. El calor del mediodía y el
temor a la dureza del ascenso redujeron el grupo de caminantes.
Partimos
desde el sendero que se encuentra cercano a Deir el-Medina y que sigue
la ruta que tomaban los artistas que construyeron las tumbas del Valle
de los Reyes. Desde el inicio arranca con cientos de escalones de piedra
caliza, construidos recientemente para facilitar el ascenso a los
policías que protegen desde las alturas la ciudad y permitirles subir
más fácilmente el terreno escarpado.
El
contingente italiano de la misión, muy atlético, nos impuso un rápido
ascenso difícil de seguir, pues en cuarenta y cinco minutos habíamos
alcanzado la cima (no sin momentos de amago de infarto). Una vez en la
cima, el cansancio desapareció como por arte de magia, el paisaje no
dejaba espacio para otro sentimiento que no fuera el de admiración.
Desde arriba se tiene una imagen impresionante del Nilo, que aparece por
el sur y vuelve a perderse en el horizonte. Las marcadas franjas de
tierra fértil contrastan de forma drástica con el árido desierto. La
disposición de los valles, que desde las entradas parecen tan distantes,
adentran sus gargantas hasta los pies del Kom convergiendo en él como
radios. Desde arriba, todo el caos de la vida cotidiana en Egipto se
torna paz y silencio.
Tras
media hora de contemplación, que aprovechamos para comer unas naranjas y
recuperar así fuerzas al tiempo que aligerábamos las mochilas,
continuamos la marcha hacia las montañas que se adentran en el desierto
hacia el Occidente, y tras bordear el macizo, descendimos dos horas más
tarde por el Valle de las Reinas.
La
llegada al hotel se celebró con algo para picar y un brindis con ron
miel por “la montaña” y por las agujetas que con tanto gusto nos
habíamos ganado. Tras una rápida ducha de aquellos que consiguieron agua
–otros tuvieron que esperar a la noche– nos pusimos con el trabajo, pues
ya pasaban las cinco de las tarde.
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LA FOTO
DEL DÍA |
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