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por
Miguel Ángel Molinero Polo
Escribo
estas líneas con un par de días de retraso respecto al momento en que
tendría que haberlo contado. Pero las obligaciones durante el cierre de
la campaña no admiten espera y ha sido el diario el que ha salido
perjudicado.
Nuestro
último fin de semana gurnaui se ha pasado entre prisas y fiestas,
con un poco de agobio por todo el trabajo que queda por hacer y por toda
la tarea que supone el cierre de la campaña, y la alegría de algunas
celebraciones de despedida.
El
jueves por la noche tuvimos una fiesta a la que invitamos, como es la
sana costumbre extendida por la ciudad, a todas las misiones
arqueológicas presentes y a los miembros del Servicio de Antigüedades.
Ha resultado curioso comprobar el cambio de personas que se han
producido desde la primera recepción a la que asistimos cuando se inició
la campaña. De la Misión alemana que excava en Kom el-Hettan ya solo
queda la sevillana Miriam Seco, pero ha llegado ya la Misión mejicana
dirigida por José Ramón Pérez-Accino y hemos conocido una expedición
rusa que busca yacimiento para solicitar una concesión. La fiesta estuvo
muy animada, recibimos muchas felicitaciones, acabó muy tarde y con
todos contentos. No esperábamos menos.
El
viernes ha sido variado, como es habitual y con actividades
independientes unos respecto a otros. Compras, excursiones a los
monumentos que aún no habíamos visitado, inicio de los informes finales,
porque en la semana aún desarrollaremos un trabajo normal en los
primeros días y ésta es una tarea que se añade a la que tenemos a
diario.
Sólo
a media tarde empezamos a reunirnos todos en el hotel. Motivo: paella.
Hacía
tres años que Francesco insistía en que tenía que hacer una y, visto que
yo no me decidía, hace dos semanas, con motivo de una breve estancia en
Italia, trajo una como regalo al equipo español. Ya no había posibilidad
de utilizar la falta de recipiente como argumento para librarnos.
Encontrar los ingredientes ha sido una verdadera odisea. La tarde del
jueves, la sagrada tarde libre, la hemos pasado recorriendo el zoco para
intentar comprarlos. Aún así, cada uno de ellos ha tenido que ser
sustituido por otro que se le parecía. Gracias a que el arroz es
una base agradecida y lo admite todo.
La
preparación previa se combinó con una elaboración muy artesanal de un
salmorejo cordobés dirigida por Francesco, que se atreve también con la
comida española (¡gracias, Antonia, por tus consejos! Nos fueron muy
útiles en una cocina sin electrodomésticos). Al fuego de la paella
acudieron todos los gatos de los alrededores y algunos huéspedes, pero
se quedaron sin probarlo. El resultado me sorprendió gratamente,
teniendo en cuenta lo que yo pensaba que iba a resultar y sólo lo
compartimos con el personal del hotel. Se acabó entera. Italianos y
franceses estaban en éxtasis, el grupo español, la verdad, más
escéptico.
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LA FOTO
DEL DÍA |
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